"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

Compra el disco de Paqui Sánchez

Disfruta de la música de Paqui Sánchez donde quieras y cuando quieras comprando su disco.

Puedes comprar el disco Óyelo bien de Paqui Sánchez Galbarro de forma segura y al mejor precio.

EL ICEBERG CURIOSO

EL ICEBERG CURIOSO © Jordi Sierra i Fabra 1981 Un iceberg que vivía cerca del Polo Norte, flotando plácido en las heladas aguas de aquel mundo frío, se hizo muy amigo de un pájaro que, en sus constantes vuelos migratorios, se posaba en él y le hablaba de otros mundos fascinantes, otras tierras, e incluso de entes vivos extraordinarios. Aquellos mundos estaban lejos, al otro lado del océano, y eran cálidos, sin hielos eternos, además de verdes, marrones, rojos o amarillos, no como la constante blancura que le rodeaba. Y en cuanto a sus habitantes, resultaban curiosos, la mayoría se movían sobre dos patas, y eran unas veces inteligentes y otras torpes, pero sin duda diferentes. El iceberg curioso, aburrido de su monotonía, quiso ver aquellas maravillas. Un día se apartó de sus tranquilas aguas y se dejó llevar por la corriente. Cuando quedó atrapado por ella, viajó rumbo a lo desconocido. Lejos, muy lejos. Y a medida que se alejaba de su helado mundo, comenzó a derretirse. Y se derritió cada vez más. Primero despacio, después de forma más gradual. Hasta que todo él fue una gran lluvia interior. Los ríos de agua fluían por sus paredes y aristas, sus altas elevaciones y rompientes. Perdió el 15% de su tamaño, y el 20%, y el 30%, y el… El sol y las aguas cálidas le rebajaron hasta menos del 50% de su tamaño, así que supo que de seguir así iba a fundirse del todo… y a morir. Pero no regresó. Quería ver aquellos mundos y aquellos seres. Su vida tenía un objetivo, un nuevo horizonte, aunque con él perdiera su existencia. Cuando llegó a su destino, el iceberg curioso quedó extasiado. En efecto, la tierra era verde, brillante, y las montañas enormes, y había árboles rojos y amarillos, y construcciones muy bellas, y también aquellos seres vivos de los que le había hablado el pájaro. ¡Que mundo más increíble! Se quedó allí un día, dos, tres. Algunos seres pequeños, llamados niños, se le acercaron nadando. Jugaron con él, gritando felices. Otros mayores, lo contemplaban atónitos. El iceberg ya sólo tenía el 37,5% de su tamaño original. Satisfecha su curiosidad, el iceberg se resignó y emprendió el camino de regreso a casa. Pensó que aún tenía una oportunidad. Y la tuvo. Logró llegar a duras penas a su mundo, aprovechando otras corrientes frías y ascendentes, pero el día que atisbó los hielos que le eran tan familiares, aquellas altas montañas que flotaban en el agua, como él mismo había sido un día, su tamaño apenas era de un 5% del que tenía al partir. Poco después el pájaro amigo llegó hasta allí y a duras penas le reconoció. Se posó encima como pudo, porque no tenía casi espacio. —¿Qué te ha sucedido? —se alarmó. —He pagado el precio de mi curiosidad —le respondió el iceberg—. Pero ha valido la pena. Soy más pequeño e insignificante, pero sé más, mucho más. Y lo que sé ahora me hace más grande que antes. Y lo que he visto en mi viaje, también vale por todo aquello que fui o perdí. El iceberg había aprendido que el conocimiento siempre es superior a todo lo demás, incluido el tamaño.

Compartir en redes sociales

Esta página ha sido visitada 229 veces.